nos han encantado. ¿Qué podría resultarnos más grato que tener nuestra religión y disfrutar de ella de la forma que lo hemos hecho durante tanto tiempo? ¡Qué bueno es sentarse a escuchar! Ha sido un placer para el intelecto y, a veces, una delicia emocional y artística, pero lamentablemente, no ha tenido nada que ver con el mundo en que vivimos. No ha tenido nada que ofrecerles a aquellos que no saben nada de nuestra historia o nuestro estilo de vida, quienes desconocen nuestro lenguaje y hasta nuestras
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